Las islas desiertas siempre han sido el decorado predilecto para multitud de leyendas urbanas, aquellas que contradicen la versión “real” de los hechos. Son las que relatan cómo un buen puñado de famosos cuya muerte siempre estuvo envuelta en un halo de misterio acabaron tostándose al sol con un daiquiri entre sus manos. Y nosotros dándolos por fallecidos. Pobres ilusos. Pero después están aquellas islas que revelan la verdad, las que actúan como un recordatorio de sucesos no tan lejanos que evocan el exceso de los que vivieron al margen de la ley. Sí, estamos hablando del remanso de paz donde se refugiaban los narcotraficantes del cartel de Medellín. Nos referimos a la guarida del temido Pablo Escobar.
Don Pablo – tal y como le gustaba que le llamaran – mandó construir una mansión descomunal en el archipiélago de Islas Rosario, concretamente en Isla Grande, no muy lejos de la costa de Cartagena. Una vivienda que, de poder hablar, seguro que desvelaría los secretos más íntimos del que fuera el hombre más peligroso del planeta durante los 80. Aunque tampoco es necesario que la propiedad tenga el don del habla, pues de sobra son conocidas las juergas que ahí debían correrse sus compinches. Porque la lujuria de Escobar no debió encontrar límites si su fortuna ascendía hasta los 25.000 millones de dólares. Es lo que tiene haber movido el 80% de la cocaína a nivel mundial durante sus años de apogeo. A día de hoy, las ruinas de su casa son de los pocos vestigios que existen de su imperio.
La antigua propiedad de El Patrón – escenario de todo tipo de fiestas y donde debieron trazarse grandes planes – luce en la actualidad como un cementerio de sueños marchitos. La gigantesca mansión contaba con unas 300 habitaciones orientadas hacia el mar, espacios destinados a alojar a tantos invitados como el capo quisiera. Imaginemos por un momento el sonido atronador de la música, el taconeo incesante de los bailes, para que hoy sólo sean un eco sordo que ya no reverbera entre unas paredes de pintura desconchada.
El jardín es ahora un enclave tomado por la maleza, morada de una familia de jabalíes que campa a sus anchas por el que antaño fuese un lugar de descanso para matones. Tan desangelada como el jardín también se encuentra la piscina, en cuyas aguas Escobar debía chapotear después de haber ordenado cualquiera de las matanzas que perpetró. Porque debemos recordar que a Pablo Emilio Escobar Gaviria se le achacan, por lo bajo, unas 4.000 muertes.
Pero no son esos los únicos lujos que Don Pablo se hizo construir en su mansión. Al jefe del cartel de Medellín le gustaba estar por encima de todo: de la justicia, de sus acólitos, de las mujeres que poblaron su vida… No había cielo inexpugnable para el que fue proclamado por la prensa como “Robin Hood paisa”. Al capo le gustaba volar alto, por eso quiso que le instalaran un helipuerto en su mansión de Isla Grande. Como si se tratase de un general al que le gustara contemplar el territorio conquistado desde las alturas. Y como a todo buen general, no le faltaba al caudillo su propio ejército que le protegiese de posibles ataques. De ahí que también decidiese construir otra mansión, justo al lado de la piscina, destinada a cobijar a sus propias milicias.
Pero ni siquiera sus legiones pudieron salvarle de morir acribillado a balazos a manos de las autoridades colombianas en 1993. Esta inmensa mansión padeció un destino semejante al que sufrió su dueño; una auténtica alegoría sobre lo inevitable: nadie puede huir de la justicia, del mismo modo que nada escapa a la inexorabilidad del tiempo. El estado de abandono de la propiedad habla por sí solo. En la actualidad, las muros deteriorados de este palacete sirven para que miles de turistas se embarquen en un tour donde conocerán lo que queda del esqueleto de la codicia.
23 años después de su muerte, Isla Grande sigue siendo un paraje paradisíaco. Son 800 las personas que viven rodeadas de arenas blancas mecidas por aguas turquesas. Sus habitantes subsisten eminentemente gracias a la pesca. Sin electricidad, sin lujos. Siguen una filosofía de vida basada en la austeridad, la misma que aplicaba en su día a día el que fue su vecino: Pablo Escobar.
Fuente de las imágenes: http://www.playgroundmag.net/noticias/historias/mansion-fantasma-Pablo-Escobar_0_1514848504.html